La Organización de Naciones Unidas ha vivido un 2023 muy difícil bajo acusaciones de inoperancia política, pero apelando siempre a su autoridad moral para denunciar injusticias, exigir la protección de los civiles en los conflictos y aportarles una ayuda de la que en muchos casos depende su supervivencia.
Dos guerras enormemente divisivas en el tablero geopolítico han coincidido este año: la de Ucrania, heredada de 2022, y la de Gaza, que estalló el 7 de octubre, sin que la ONU haya podido hacer algo decisivo para ponerles fin o para, al menos, conseguir treguas humanitarias.
La acción del Consejo de Seguridad, máximo órgano ejecutivo de Naciones Unidas, ha quedado varias veces paralizada a lo largo del año por el poder de veto que cinco países (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) tienen sobre cualquiera de sus decisiones.
El caso más reciente y dramático ha sido el bloqueo por parte de Estados Unidos de una resolución para forzar un alto el fuego en la Franja de Gaza, donde la ofensiva israelí ha causado la destrucción del 60 % de la infraestructura y la muerte de más de 18.000 civiles, sin que exista esperanza de un pronto cese de las hostilidades.
Rol de la Asamblea General
Mientras, la Asamblea General, el órgano donde se sientan los 193 Estados miembros de la ONU en pie de igualdad, se ha convertido en una caja de resonancia a la que saltan los conflictos no resueltos en el Consejo de Seguridad, sin que su acción sea más efectiva.
Es en la Asamblea donde el aislamiento de las grandes potencias -Rusia al anexionarse territorio de Ucrania, o EE.UU. con su embargo a Cuba o su política proisraelí- queda más en evidencia, sin que esto haga mella en políticas rechazadas por la mayoría de países del mundo.
«Es hora de reconocer que las divisiones que perpetuamos en este foro están profundamente interconectadas con la desesperación que millones (de personas) sentirán fuera de estos muros», dijo hace poco el presidente de la Asamblea, Dennis Francis, en un desesperado llamamiento por buscar «un terreno común» entre los países.
Legitimidad de la ONU
En medio de esta división, la secretaría de la ONU, dirigida por el portugués Antonio Guterres, intenta preservar la legitimidad de la organización, la única que existe con el mandato de preservar la paz mundial y promover un mundo mejor para todos, a través de sus misiones en materia de derechos humanos y de desarrollo.
Sus mayores detractores suelen ser los gobiernos sobre los que recaen las denuncias de la ONU: regímenes autoritarios, belicosos, perpetradores de violaciones de derechos humanos de sus propias poblaciones y, en general, todo aquel que rechaza ser señalado con nombre propio.
El último ejemplo lo dio Israel, cuyo ministro de Exteriores acudió a la sede de Nueva York y en una reunión del Consejo de Seguridad atacó verbalmente y pidió la dimisión del Guterres por haber pedido que cesen los ataques indiscriminados y desproporcionados contra los gazatíes.
En la actuales circunstancias, el enfrentamiento de Israel con la ONU no es meramente dialéctico: más de 130 trabajadores de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) han sido asesinados en Gaza por los bombardeos israelíes.
La mayor entidad de socorro
Desde su rol en la defensa de los más débiles y de las víctimas, la ONU se ha convertido en la mayor entidad gestora del socorro humanitario, sobre todo a medida que los conflictos armados se han multiplicado y que los desastres climáticos se han hecho más frecuentes debido al cambio climático.
Actualmente, hay más de medio centenar de conflictos armados abiertos, algunos activos y otros “dormidos”, pero que en cualquier momento podrían reactivarse, un número casi inédito desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar del aumento de las necesidades humanitarias, la colecta de fondos es cada vez más difícil para la ONU debido a que las cantidades requeridas son cada vez mayores, a que las crisis se multiplican y a perspectivas económicas globales sombrías.
La Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria acaba de publicar sus previsiones para 2024, periodo para el cual ha solicitado 46.000 millones de dólar y así acudir en auxilio de 180 millones de personas.
La crisis de financiación del sistema humanitario explica que el año pasado sólo se consiguió cubrir un tercio del total de 57.000 millones requeridos, lo que los responsables de la ONU consideraron el peor déficit en muchos años.
Siria, Ucrania, Afganistán, Etiopía y Yemen, todos estos países con prolongados conflictos actuales o recientes, están a la cabeza de la lista de países con más personas dependientes de la asistencia humanitaria, mientras que en los territorios palestinos ocupados la estimación de las necesidades se ha multiplicado por cinco con la guerra.
Vía: EFE