En 2023, el consumo de bebidas energéticas alcanzó el máximo desde que la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) empezó a estudiarlo en 2014: el año pasado, el 47,7 % de los estudiantes de 14 a 18 años había tomado una en los últimos 30 días, el 19,5 % mezclado con alcohol.
Otro reciente estudio del PNSD realizado en menores de 12 y 13 años reveló previamente otro dato: hasta el 37,7 % de estos chicos ha tomado Red Bull, Burn, Monster, Coca-Cola Energy u otras en el último mes, un 10,2 % mezcladas con alcohol.
Intensas campañas publicitarias de estas bebidas
Intensas campañas publicitarias están detrás de la irrupción de estos productos en el mercado, que los definen como «bebidas refrescantes creadas para incrementar la resistencia física, proporcionar sensación de bienestar y estimular el metabolismo, capaces de suministrar un elevado nivel de energía proveniente de una combinación de ingredientes adicionados por sus posibles efectos estimulantes», recuerda el OEDA.
Entre sus compuestos figuran la cafeína, la glocuronolactona y vitaminas. Algunas atribuyen sus propiedades estimulantes a aminoácidos como la taurina o a su contenido en extractos de hierbas como ginseng o guaraná, y en algunos casos se agregan minerales, inositol y carnitina.
Bebidas energéticas: consecuencias para la salud
La realidad, señala este informe, es que tienen «consecuencias importantes» a nivel cerebral y metabólico: algunos de sus efectos adversos son la estimulación del sistema nervioso central (SNC) y cardiovascular y su relación con el sobrepeso y la obesidad.
Su ingesta regular se ha asociado además a la sobredosis de cafeína, hipertensión, pérdida de masa ósea y osteoporosis.
Sus efectos secundarios comunes son palpitaciones, insomnio, náuseas, vómitos y micción frecuente.
Como advierte la OEDA, los jóvenes son «uno de los grupos de población más expuestos» a ellas.
De hecho, varias comunidades, entre ellas Galicia y el propio Ministerio de Sanidad, con el beneplácito de numerosas sociedades científicas, han puestos estas bebidas energéticas en su punto de mira y quieren regularlas para los menores de edad.
Bebidas energéticas y alcohol, antesala de otras drogas
De los estudiantes de 14 a 18 años que han echado mano de una de estas bebidas en el último mes, más de la mitad (54 %) son chicos, y el 40,7 %, chicas, de modo que el incremento del consumo en los últimos años ha sido más del doble en ellos que en ellas.
Por edades, la prevalencia va aumentando progresivamente hasta alcanzar su pico a los 18 años (59,8 por ciento).
Igualmente, ha aumentado el consumo mezclado con alcohol y es en este grupo donde también aparece un mayor uso de drogas: así, el 72,5 % de los adolescentes que toman bebidas energéticas consumen alcohol; el 32,3 %, tabaco; el 24,3 %, cannabis; el 10,5 %, hipnosedantes, con sin receta, y el 1,6, éxtasis o cocaína.
Otro dato del estudio es que los jóvenes que han consumido bebidas energéticas en los últimos 30 días sacan peores notas de media, repiten más cursos o hacen más pellas que el resto. Estas diferencias son todavía mayores en los que las mezclan con alcohol.
Las diferencias son aún mayores con las salidas nocturnas: el porcentaje de quienes han consumido bebidas energéticas son o sin alcohol en los últimos 30 días y que salen dos o más noches a la semana, regresan a las tres de la madrugada o más tarde, y disponen de más dinero para gastar semanalmente para ir con amigos, al cine o tomar algo, es mayor que el de los que no la toman.
Desempeñar actividades como la lectura o tener algún hobbie como tocar algún instrumento musical funciona como escudo protector, de forma que la prevalencia de consumo es menor en los adolescentes que ejercitan alguna de estas tareas, señala la OEDA.
Con información de EFE