Que el cine es puerta de entrada a otros mundos en la niñez o adolescencia es algo tan obvio que (por usar un argot casi actual) da “cringe” escribirlo, así que resulta más sutil el atajo que propone el director italiano Giuseppe Tornatore en su guía ilustrada de imprescindibles: “50 películas con las que hacerse mayor”.
El realizador de “Cinema Paradiso”, una de las más conmovedoras declaraciones de amor al cine rodadas nunca, está detrás de este libro con textos de la escritora Miralda Colombo y dibujos de André Ducci.
“Si todavía existiera un yo de 12 años y si tuviese a alguien que me obsequiara con una relación de 50 películas que hay que ver, lo consideraría el regalo más bonito del mundo”, señala el oscarizado Tornatore en el prólogo.
“50 películas con las que hacerse mayor” (Libros Cúpula) incluye una nómina variada de superproducciones “revientataquillas” (“E.T., El Extreterrestre, de Steven Spielberg”, “Harry Potter”, de Chris Columbus”), títulos de lo que se solía llamar arte y ensayo (“El pequeño salvaje” de François Truffaut) u otros centrados en el enrevesado tránsito hacia la madurez (“El club de los poetas muertos”, de Peter Weir, “Cuenta conmigo”, de Rob Reiner”…)
Una lista subjetiva, como todas de este tipo, delimitada además por una cifra (50), no puede ser exhaustiva -todo el mundo echará en falta algún título que le marcó- pero sí recorrer un siglo de cine desde el emotivo clásico del mudo “El chico” (1921), de Charles Chaplin, cronológicamente la primera de las incluidas, a la adaptación de “El jardín secreto” (2020) firmada por Marc Munden, la entrada más reciente.
Historias en su mayoría donde la mirada, a la misma altura de los ojos del niño, o de ese adulto en potencia, es el punto de partida de la historia, como la de Scout, la hija del abogado Atticus Finch en la indiscutible “Matar a un ruiseñor”, de Robert Mulligan o el irascible y soñador Max de “Donde viven los monstruos”, de Spike Jonze.
Una selección que abarca casi todos los géneros: el western (“El bueno, el feo y el malo”, de Sergio Leone), la comedia (“El jovencito Frankenstein”, de Mel Brooks), el musical (“El mago de Oz”, de Victor Fleming), la ciencia ficción (“La guerra de las galaxias”, de George Lucas), el de trasfondo social (“Ladrón de bicicletas”, de Vittorio de Sica), la animación (“Fantasía”) o el histórico (“El último emperador”, de Bernardo Bertolucci), por citar algunos.
De procedencia también diversa, pero siempre “dentro de un orden”, porque se impone como es de esperar en la industria audiovisual el “made in USA”.
Así, a la treintena de filmes norteamericanos presentes se suman varios títulos del cine francés (como “Adiós muchachos”, de Louis Malle), británico (“Billy Elliot”, de Stephen Daldry) e italiano (“La vida es bella”, de Roberto Benigni) y aportaciones puntuales de otras cinematografías, entre otras la japonesa (“El viaje de Chihiro”, de Hayao Miyazaki), brasileña (“Estación Central de Brasil”, de Walter Salles) o de España, con una sola entrada de la mano de “La lengua de la mariposas”, de José Luis Cuerda.
En cuanto al cine de autoría femenina, no abunda en esta lista, reflejo de la menor presencia de la mujer detrás de la cámara a lo largo de la historia del cine, y una tendencia que está cambiando poco a poco, pero de forma imparable.
Así, el trío que aparece lo forman trabajos de creadoras de la última década: “Mujercitas”, de Greta Gerwig (la publicación original del libro es anterior al fenómeno “Barbie”), “El pan de la guerra” de la irlandesa Nora Twome y “Persépolis”, dirigida por la dibujante franco-iraní Marjane Satrapi, sobre su cómic homónimo, junto a Vincent Paronnaud.
Vía: EFE