La cárcel siria de Saydnaya: “Era un campo de exterminio”

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Militantes de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), dirigidos por Abu Mohammed al-Jolani, tomaron el domingo 8 de diciembre el control de la tristemente célebre prisión siria de Saydnaya, cerca de Damasco, tras entrar en la capital y obligar al presidente Bashar al-Assad a huir a Rusia.

Los insurgentes asaltaron las instalaciones, liberando a miles de personas -la mayoría opositores al régimen de Al-Assad- que llevaban encarceladas desde que comenzó la guerra civil, en 2011, o incluso más tiempo.

Los detenidos salieron del sistema de detención y se reunieron con familias que durante mucho tiempo creyeron que habían sido ejecutados. Una mezquita aproximadamente a 20 kilómetros de distancia se ha convertido en un punto de encuentro para que los presos localicen a sus familiares.

Sin embargo, muchos seguían buscando el lunes por los oscuros pasillos de Sednaya, con la esperanza de encontrar a sus seres queridos aún desaparecidos.

¿Qué pasó en la prisión de Saydnaya?

Los cascos blancos, grupo de defensa civil, dijo el lunes que había desplegado “cinco equipos de emergencia especializados en la prisión de Saydnaya para investigar”, tras los informes de entradas secretas y celdas subterráneas ocultas a varios pisos bajo tierra.

Los equipos estaban buscando puertas ocultas o sótanos no descubiertos supuestamente vinculados a la instalación, donde  presos podrían estar aún.

“Los equipos son guiados por personas familiarizadas con los intrincados detalles de la prisión, junto con información de personas contactadas por las familias que afirman tener conocimiento de entradas o sótanos ocultos”, dijeron los cascos blancos en un post en X.

También se está recurriendo a especialistas en abrir muros y a unidades caninas adiestradas.

Los vídeos que circulan por internet parecen mostrar imágenes de circuito cerrado de más celdas subterráneas e intentos de acceder a las secciones subterráneas de la prisión. Sin embargo, informes contradictorios han enturbiado la situación.

La Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la Prisión de Saydnaya (ADMSP) emitió el lunes un comunicado en el que negaba la existencia de celdas subterráneas.

“La ADMSP confirma la liberación del último detenido de la prisión de Saydnaya ayer, 8 de diciembre de 2024, a las 11:00 am hora de Damasco”, decía el comunicado.

“No es cierta la presencia de detenidos atrapados bajo tierra y la información contenida en algunos informes de prensa es inexacta”, añadía.
Hasta el lunes por la tarde el grupo no había encontrado pruebas de detenidos más allá de los ya liberados, pero continuaron sus esfuerzos. “Nuestros equipos seguirán registrando cada rincón de la prisión para asegurarse de que todas las áreas son inspeccionadas a fondo”, dijo el grupo.

Una historia estremecedora: torturas, ejecuciones y desapariciones

Situada 30 km al norte de Damasco, la superficie total de la prisión se estima en 1,4 km2. Los esfuerzos para establecer la prisión comenzaron en 1978, según informe publicado por la ADMSP en 2022.

El gobierno sirio confiscó terrenos a propietarios locales y los asignó al Ministerio de Defensa para construir una prisión. La construcción comenzó en 1981 y continuó hasta 1986, con la llegada del primer detenido en 1987.

A pesar de su notoriedad, gran parte del funcionamiento de Saydnaya sigue envuelto en el secreto. Nunca se permitió el acceso de las ONG a la prisión, pues las visitas requerían autorización tanto de la policía militar como de la inteligencia militar. En consecuencia, la información disponible procede de los testimonios de antiguos detenidos y guardias.

En 2017, Amnistía Internacional utilizó modelos 3D para reconstruir la distribución de la prisión basándose en los relatos de 84 supervivientes. “Nos basamos en los recuerdos acústicos de antiguos detenidos para construir una imagen detallada del funcionamiento de la prisión”, afirmó Aymeric Elluin, de Amnistía Internacional Francia.

Los modelos resultantes revelaron una estructura diseñada para aislar y aterrorizar a los reclusos, con torturas sistemáticas y desapariciones forzadas habituales.

Los grupos de investigación dijeron que decenas de miles de personas fueron detenidas en Saydnaya. Foto: Abdulaziz KETAZ / AFP
“En Saydnaya no hay interrogatorios”, escribió Amnistía. “La tortura no se utiliza para obtener información, sino aparentemente como forma de degradar, castigar y humillar. Los presos son objeto de ataques implacables, incapaces de ‘confesar’ para salvarse de más palizas”, agregó.

Según Amnistía, Saydnaya constaba de dos edificios principales, con capacidad para albergar entre 10.000 y 20.000 presos. Los detenidos estaban segregados en función de su estatus. El edificio “blanco” albergaba a militares detenidos por delitos o faltas como asesinato, robo, corrupción o evasión del servicio militar obligatorio.

En cambio, el edificio “rojo” estaba destinado a los detenidos por motivos de seguridad: civiles y militares encarcelados “con el pretexto de las opiniones que expresaban, sus actividades políticas o acusaciones falsas de terrorismo”, según la ADMSP.

Abusos sistemáticos: un «campo de exterminio»

Grupos de derechos humanos y supervivientes han descrito Saydnaya como un “campo de exterminio”, donde el régimen de Al-Assad desató toda su brutalidad, especialmente tras las protestas de la Primavera Árabe que barrieron la región a partir de 2010.

Estas protestas se extendieron a Siria en 2011, cuando la población comenzó a exigir reformas políticas y el fin del régimen autocrático de la familia Al-Assad. Se desencadenó una violenta represión por parte del régimen, y Saydnaya se convirtió en el principal lugar de detenciones, torturas y ejecuciones.

Entre 5.000 y 13.000 personas fueron ejecutadas, la mayoría en la horca, entre 2011 y 2015, según Amnistía Internacional.

Un camino de tierra que conduce a la prisión de Saydnaya. Foto: Mohammed AL-RIFAI / AFP
“Las ejecuciones se producían con regularidad, normalmente los lunes y los miércoles”, dijo Elluin.

“Las autoridades llevaban a cabo ahorcamientos masivos en el sótano del edificio rojo tras juicios simulados que no duraban más de tres minutos. Las víctimas eran golpeadas, ahorcadas y eliminadas en secreto”, continuó.

Más allá de las ejecuciones y la tortura, las desapariciones forzadas también han marcado la oscura historia de la prisión. Desde 2011, la ONU calcula que más de 100.000 sirios han desaparecido en todo el país, dejando a sus familias sumidas en la angustia, sin conocer el destino de sus seres queridos. Se cree que muchos de ellos estuvieron detenidos en Sednaya en algún momento.

El legado de la prisión de Saydnaya es un escalofriante recordatorio de la brutalidad del régimen de Al-Assad. Mientras los equipos de emergencia siguen investigando, es posible que nunca se conozca del todo la verdadera magnitud de los horrores cometidos allí. Pero para los supervivientes y las familias de los desaparecidos, la lucha por la justicia está lejos de haber terminado.

“Debemos asegurarnos de que los autores de estos crímenes comparezcan ante la justicia”, afirmó Elluin. “La comunidad internacional debe actuar con decisión para investigar y enjuiciar estas atrocidades”, concluyó.