Este vasto país se extiende desde Europa del Este hasta las costas del Pacífico y las montañas de Asia Central. Su superficie actual cubre más de 17 millones de kilómetros cuadrados, una extensión similar a la del planeta enano Plutón. Se trata de Rusia, el país más grande del mundo. ¿Cómo llegó a convertirse en semejante gigante?
La diversidad geográfica del país más grande del mundo
Rusia, el país más extenso del mundo, se caracteriza por su asombrosa diversidad geográfica y cultural. Su territorio abarca desde las tundras árticas hasta los desiertos de Asia Central, pasando por los densos bosques boreales y las cadenas montañosas más accidentadas.
Esta diversidad geográfica también se refleja en lo cultural. En el país conviven más de 190 grupos étnicos, incluyendo rusos eslavos, pueblos indígenas siberianos y comunidades de origen turco, caucásico y asiático central. Cada uno ha aportado tradiciones, rasgos lingüísticos y costumbres al mosaico cultural ruso. Esta vastedad geográfica y cultural se ha alimentado a lo largo de los siglos a través de una política expansionista que ha transformado el país en lo que es hoy.
Los orígenes territoriales de Rusia
El ascenso de Rusia comenzó con el Principado de Moscú en el siglo XIV, cuando los moscovitas lograron consolidar su poder frente el dominio mongol. Aprovechando el declive del poderío del kanato de la Horda de Oro, los príncipes de Moscú expandieron sus dominios hacia el norte y el oeste. En esa fase incipiente, lograron incorporar a sus dominios territorios como Novgorod y Tver en el siglo XV. Este proceso expansionista se aceleró durante la segunda mitad del siglo XV bajo Iván III, quien adoptó el título de Gran príncipe de toda Rus, y se consolidó con Iván IV, denominado el Terrible, el primer zar.
El expansionismo ruso en esta etapa inicial se centró en crear un núcleo territorial en Europa del Este. A fines del siglo XVI, sin embargo, dirigió sus esfuerzos expansionistas hacia Siberia. Gracias a los exploradores y comerciantes conocidos como cosacos, los rusos cruzaron los Urales, y exploraron y colonizaron el vasto territorio siberiano. Este proceso se vio impulsado tanto por el deseo de explotar los recursos naturales como por motivos estratégicos. Tal acción consolidó la presencia rusa desde los Urales hasta el Océano Pacífico.
La expansión hacia Siberia y el Lejano Oriente
La colonización de Siberia es una de las hazañas más significativas de la historia rusa. A partir de 1581, con la expedición del cosaco Yermak Timoféyevich, los rusos comenzaron a conquistar las tierras del kanato de Sibir. En los siglos siguientes, se abrieron paso a través de las inhóspitas regiones de Siberia, donde establecieron fuertes y asentamientos como los de Tobolsk y Omsk. Esta expansión obedeció al deseo de obtener pieles, un producto muy valorado en la Europa de la época, pero también a la necesidad de establecer una frontera oriental segura frente a otros poderes que operaban en el continenete asiático.
En 1649, la expedición rusa de Semión Dezhniov alcanzó el Océano Pacífico: Rusia llegaba al Lejano Oriente. Doscientos años más tarde, ya en el siglo XIX, la expansión hacia las regiones orientales culminó con la firma del Tratado de Aigun (1858) y la Convención de Pekín (1860), que le aseguraron a Rusia territorios en el Amur y la región de Vladivostok.
La conquista de Asia Central
La expansión hacia Asia Central durante el siglo XIX fue una etapa clave en la historia imperial rusa. Este proceso, que se extendió entre 1814 y 1914, añadió casi 4 millones de kilómetros cuadrados al imperio, e incorporó más de seis millones de personas, en su mayoría musulmanas. El éxito de esta expansión se basó en la combinación de la superioridad militar rusa con la habilidad diplomática para manejar las relaciones con poderes vecinos como China, Persia y el Imperio Británico.
El avance comenzó con la anexión de Kazajistán, donde los rusos enfrentaron una resistencia desigual por parte de las tribus nómadas de la región. Posteriormente, la conquista se extendió a los kanatos de Khiva, Bujará y Kokand, donde los rusos capturaron ciudades clave como Tashkent (1865) y Samarcanda (1868). Las campañas militares en Asia Central, que fueron implacables y efectivas, culminaron en la subyugación de los turcomanos en la Batalla de Geok-Tepe (1881).
Algunos historiadores, desmarcándose de las teorías tradicionales del Gran Juego que enfatizan la rivalidad entre Rusia y Gran Bretaña, han señalado que el impulso principal detrás de la expansión rusa fue interno. En sus aspiraciones expansionistas, por tanto, Rusia buscaba la estabilidad en sus fronteras meridionales y la disponibilidad de recursos que les permitieran sustentar su creciente economía imperial.
La era soviética y la redefinición de las fronteras
Tras la Revolución de 1917, la Unión Soviética heredó el vasto territorio del Imperio ruso. Durante esta etapa, el énfasis se desplazó de la expansión territorial a la consolidación interna. Las políticas soviéticas redibujaron las fronteras administrativas en Asia Central y el Cáucaso y se crearon repúblicas socialistas que, más tarde, se convertirían en estados independientes tras la disolución de la URSS en 1991.
En el este, las políticas soviéticas en Siberia y el Lejano Oriente se centraron en la industrialización y el desarrollo a través de la colonización masiva, a través del asentamiento de rusos étnicos, en estas regiones. Este proceso, aunque exitoso en términos económicos, generó tensiones culturales y étnicas que aún persisten.
La Rusia contemporánea, heredera del expansionismo
En la era postsoviética, Rusia se ha esforzado por mantener su influencia en las regiones periféricas de su antiguo imperio. Siberia y el Lejano Oriente, aunque ricos en recursos naturales, todavía padecen una baja densidad de población. Además, estos territorios han tenido dificultades para integrarse plenamente en el mercado global. En Asia Central, Rusia continúa ejerciendo una influencia considerable que ha intentado defender de la competencia de China y otras potencias.
Hoy en día, la geografía de Rusia sigue siendo una de sus mayores fortalezas. Su vasto territorio le otorga acceso a recursos naturales inmensos y a una diversidad cultural única, pero también plantea problemas logísticos y económicos de notable envergadura. El legado de su expansión histórica sigue definiendo tanto la política nacional e internacional como el corazón de la identidad rusa.
Con información de Muy Interesante