El sarampión es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta principalmente a los niños, aunque también puede presentarse en adultos no vacunados. Se transmite a través de gotículas respiratorias y su periodo de incubación es de aproximadamente 10 a 12 días. Sus síntomas incluyen fiebre alta, tos, congestión nasal, conjuntivitis y un característico sarpullido rojo que se extiende por todo el cuerpo. Aunque en la mayoría de los casos la enfermedad se resuelve sin complicaciones, pueden presentarse problemas graves como neumonía, encefalitis o infecciones secundarias.
Para garantizar una adecuada recuperación, es fundamental seguir ciertos cuidados. En primer lugar, el paciente debe permanecer en reposo absoluto, evitando esfuerzos físicos hasta que la fiebre y los demás síntomas hayan desaparecido. Además, es esencial mantener una correcta hidratación, ofreciendo abundantes líquidos como agua, caldos y jugos naturales para prevenir la deshidratación, que puede agravarse debido a la fiebre.
La alimentación debe ser ligera y nutritiva, priorizando frutas, verduras y alimentos ricos en vitaminas A y C, ya que estos refuerzan el sistema inmunológico. En algunos casos, los médicos pueden recomendar suplementos de vitamina A, especialmente en niños pequeños, para reducir la gravedad de la enfermedad.
El ambiente del paciente debe mantenerse limpio y bien ventilado, evitando la exposición a corrientes de aire frío. Asimismo, es importante reducir la luz intensa, ya que el sarampión puede causar sensibilidad ocular. Para aliviar la fiebre y las molestias, se pueden administrar antipiréticos como el paracetamol bajo indicación médica, evitando el uso de aspirina en niños debido al riesgo de síndrome de Reye.
La higiene es otro aspecto clave en el cuidado del paciente. Es fundamental mantener una buena higiene de manos y lavar frecuentemente la ropa de cama y utensilios personales. Además, se recomienda bañar al paciente con agua tibia para aliviar la irritación cutánea.
Finalmente, debido a la alta contagiosidad del sarampión, se debe evitar el contacto con otras personas, especialmente con aquellas que no estén vacunadas o tengan un sistema inmunológico debilitado. El aislamiento debe mantenerse hasta al menos cuatro días después de la aparición del sarpullido.
Si aparecen complicaciones como dificultad respiratoria, deshidratación severa o letargo, es imprescindible buscar atención médica de inmediato. La mejor forma de prevenir el sarampión es la vacunación, la cual proporciona una protección eficaz y segura contra la enfermedad.
Con información de 2001