Ciertas alteraciones en la flora intestinal durante los primeros años de vida se han vinculado con el posterior diagnóstico de autismo y TDAH, según revela un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Florida (EE.UU.) y la Universidad de Linköping (Suecia) que constituye la primera investigación prospectiva que evalúa la composición de la flora intestinal y una amplia gama de otros factores en bebés, en relación con el desarrollo del sistema nervioso de los niños.
Los investigadores han identificado varios marcadores biológicos que parecen estar relacionados con trastornos del desarrollo neurológico futuro, como el trastorno del espectro autista, el TDAH, el trastorno de la comunicación y la discapacidad intelectual. El estudio forma parte del proyecto ABIS dirigido por Johnny Ludvigsson en la Universidad de Linköping, en el que se siguió a 16.440 niños nacidos entre 1997 y 1999 representativos de la población general, desde su nacimiento hasta sus veinte años. De estos, 1.197 niños (el 7,3%) han sido diagnosticados con trastorno del espectro autista, TDAH, trastorno de la comunicación o discapacidad intelectual.
A través de encuestas realizadas en varias ocasiones durante la crianza de los niños, se han identificado numerosos factores de estilo de vida y ambientales. En algunos de los participantes, los investigadores también analizaron sustancias en la sangre del cordón umbilical y bacterias en sus heces a la edad de un año. Los resultados se han publicado en la revista Cell.
“Lo notable de este estudio es que estos biomarcadores se encuentran desde el nacimiento en la sangre del cordón umbilical o en las heces del niño al año de edad, más de una década antes del diagnóstico”, señala Eric W Triplett, profesor del Departamento de Microbiología y Ciencia Celular en la Universidad de Florida y uno de los líderes de la investigación.
Factores de riesgo de trastornos neurológicos: antibióticos y bacterias
“En el estudio observamos diferencias claras en la flora intestinal ya durante el primer año de vida entre aquellos que desarrollan autismo o TDAH y aquellos que no. Hemos encontrado asociaciones con algunos factores que afectan las bacterias intestinales, como el tratamiento con antibióticos durante el primer año del niño, lo cual está vinculado a un riesgo aumentado de estas enfermedades”, señala Johnny Ludvigsson, profesor sénior en el Departamento de Ciencias Biomédicas y Clínicas en la Universidad de Linköping, quien codirigió el estudio junto con Eric W. Triplett.
Los niños que tuvieron infecciones de oído repetidas durante su primer año de vida presentaron un riesgo aumentado de ser diagnosticados más tarde con un trastorno del desarrollo neurológico. Probablemente la infección no sea la culpable en sí misma, pero los investigadores sospechan de un vínculo con el tratamiento antibiótico. Descubrieron que la presencia de bacterias Citrobacter o la ausencia de bacterias Coprococcus aumentaba el riesgo de un diagnóstico futuro.
Una posible explicación podría ser que el tratamiento antibiótico ha alterado la composición de la flora intestinal de manera que contribuye a los trastornos del desarrollo neurológico. Estudios previos han demostrado el riesgo de que el tratamiento con antibióticos dañe la flora intestinal y aumente el riesgo de enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario, como la diabetes tipo 1 y el reumatismo infantil.
“Coprococcus y Akkermansia muciniphila tienen efectos protectores potenciales. Estas bacterias se correlacionaron con sustancias importantes en las heces, como la vitamina B y precursores de neurotransmisores, que desempeñan roles clave en la orquestación de la señalización en el cerebro. En general, vimos déficits en estas bacterias en niños que más tarde recibieron un diagnóstico neurológico del desarrollo”, indica Angelica Ahrens, Científica Asistente en el grupo de investigación de Eric Triplett en la Universidad de Florida y primera autora del estudio.
Los resultados del estudio también confirman que el riesgo de diagnóstico neurológico de desarrollo en el niño aumenta si los padres fuman. Por el contrario, la lactancia materna tiene un efecto protector, según el estudio.
Con información de WebConsultas