Hasta hace pocos años, en Brasil comenzó a tomar fuerza una práctica inusual en la que personas trataban muñecos hiperrealistas como si fueran hijos reales. Ese fenómeno, conocido como bebés Reborn, evolucionó hacia una nueva tendencia aún más extrema en la que algunos hombres reemplazan a sus parejas por androides femeninas. Así surgió el fenómeno de las esposas Reborn.
Qué es una esposa reborn
No son simples muñecas. Son androides femeninas con apariencia realista, voz generada por inteligencia artificial y capacidad para mantener conversaciones personalizadas.
En países como China, la demanda de estas figuras se ha disparado. Brasil, de forma sorpresiva, se ubica también entre los mayores mercados de consumo.
Qué opinan de las reborn en redes sociales
En redes sociales y foros especializados, numerosos hombres aseguran haber encontrado en estas compañeras robóticas una alternativa “más sencilla” frente a las relaciones humanas.
El argumento es repetido con frecuencia. A diferencia de una esposa real, dicen, la androide no discute, no reclama, no se agota y está siempre disponible. No exige tiempo ni atención emocional. Basta con activarla.
Esta idea de una compañía sin conflicto ni exigencias ha captado a un sector de la población dispuesto a reemplazar el vínculo afectivo por una experiencia programada.
Aria: el controversial reborn
Uno de los casos más representativos es Aria, desarrollada por la empresa californiana Realbotix. El androide mide 1,70 metros, reconoce rostros, recuerda datos de conversaciones anteriores y adapta sus respuestas según el interlocutor.
Su rostro se puede cambiar en segundos gracias a imanes y su cuerpo está diseñado para desmontarse por partes. A diferencia de las muñecas sexuales que marcaron el origen de la compañía, Aria no incluye genitales ni fue concebida con fines eróticos. Sus creadores la definen como una compañera emocional.
El precio refleja el nivel de sofisticación. El modelo completo cuesta cerca de 175.000 dólares. Hay versiones más económicas, como un busto parlante por 12.000 dólares o una edición transportable por 150.000. Aun con ese valor, las cifras de ventas siguen creciendo. Y con ellas, las dudas éticas.
Tendencia y problemas de los bebés reborn en Brasil
En Brasil, los casos vinculados al fenómeno Reborn ya han generado conflictos legales y sanitarios. Una mujer exigió atención médica simbólica para su muñeco en un hospital público. Otra pidió iniciar un juicio de custodia sobre una muñeca tras separarse de su pareja. Incluso se han reportado disputas por el control de perfiles de redes sociales vinculados a estos objetos, algunos de ellos monetizados mediante publicidad.
Las autoridades han comenzado a responder. En ciudades como Curitiba, se han emitido advertencias para evitar que personas con muñecos Reborn ocupen asientos preferenciales en el transporte público. También avanzan proyectos de ley que buscan impedir el uso de servicios públicos (especialmente de salud) en simulaciones con estos muñecos.
¿La IA podrá desplazar el contacto humano?
La aparición de las esposas Reborn desplaza aún más los límites entre lo simbólico y lo real. Ya no se trata solo de representación emocional. Se trata de ocupar el lugar del otro, de simular el vínculo humano hasta hacerlo indistinguible. En este escenario, surgen nuevas preguntas sobre el tipo de compañía que ofrecen estos dispositivos.
Una figura robótica puede simular atención, conversación y presencia. Pero lo hace desde una estructura programada, sin espontaneidad, sin riesgo emocional, sin reciprocidad. A largo plazo, esta dinámica puede debilitar las habilidades sociales más que fortalecerlas. Interactuar con una entidad que solo responde lo que uno desea oír puede reforzar el aislamiento en lugar de combatirlo.
La expansión de este fenómeno no solo plantea retos técnicos o legales. Expone una transformación profunda en la manera de relacionarse.
Las esposas Reborn no son un capricho tecnológico, sino el síntoma de una época donde la interacción humana empieza a ser reemplazada por vínculos diseñados a medida. La pregunta que permanece es hasta qué punto se está dispuesto a aceptar esa sustitución como norma.
Con información de Infobae