Por más de 12 años, Beethoven fue el perro de la familia Cuéllar Pedraza. Este canino convivió con sus propietarios en una vivienda en el sector de Pueblo Chiquito, en el municipio Guásimos, donde tuvo un cálido hogar junto a sus dueños.
Pero los años pasaron y debido a un tumor, Beethoven murió. Franklin y Flor, sus “padres perrunos”, quedaron desconsolados y por ahora viven un duelo.
En medio del dolor por la pérdida, no sabían qué hacer con el cadáver. Arrojarlo a un río no era una opción, ya que son conscientes de que esto solo provoca contaminación, más aún cuando el estado Táchira se encuentra en la temporada de lluvias.
Al no contar con un patio debían entonces buscar un lugar donde hacer la sepultura, para así darle el último adiós al perro que por más de una década los acompañó en sus buenos y malos momentos.
Gracias a la sugerencia de un vecino conocieron el cementerio de mascotas en San Cristóbal.
Un labor social
Ubicado en la avenida Rotaria, en la capital de la región, un terreno de aproximadamente una hectárea se convirtió en un cementerio para las mascotas desde hace al menos 18 años. En todo este tiempo ha sido enterrados en el lugar más de 2000 animales.
Su dueño, Carlos Eutimio Márquez, recordó que esta labor social, como la llama, comenzó cuando a una amiga le falleció su mascota y no sabía dónde dejar el cuerpo sin vida. Es por ello que tomó la decisión de sepultarla en un campo que le dejó su padre como herencia.
El animal se entierra sin bolsa u otro objeto en un hueco de 40 centímetros o más, de acuerdo con su contextura. Márquez es la persona encargada de enterrarlo. Para ello solicita una pequeña colaboración de los dueños junto a una planta, bien sea de limón, naranja u otras.
Explicó que son de distintas especies de animales los que ha sepultado, entre ellos perros, gatos, loros, guacamayas, pájaros y tortugas.
Las personas quedan agradecidas conmigo por el gesto, ya que con esto no tienen necesidad de botarla en la calle o lanzarla a un río”, dijo.
Su fama ha crecido poco a poco, tanto así que desde el departamento de Norte de Santander, Colombia, en la frontera, llegan personas con sus mascotas para enterrarlas. En el vecino país no existe un lugar para ello.
La gente me contacta por teléfono y vienen de allá para poder sepultarlos aquí y no dejarlos tirados”, expresó.
Desde el interior de la región arriban otras personas, incluso de los municipios más lejanos como Samuel Darío Maldonado, Francisco de Miranda, Sucre y Uribante.
Esto ha provocado que desde la ciudad de Caracas y otros estados lo contacten para pedirle asesoría sobre las condiciones que debe tener el terreno.
Visitas
Luego de sepultar al animal, los dueños mandan a hacer placas para identificar en qué sitio se encuentran. Algunas tienen su fotografía, la fecha del deceso y otras las de nacimiento.
Quienes atraviesan el proceso de duelo, optan por acudir los domingos para visitar la tumba, ponen flores y pasan varias horas allí, aseguró Márquez.
Yo trato de pasar la guadaña para mantener todo limpio, de modo que cuando vengan no esté enmontado”, apuntó.
Con información de Crónica Uno