La piel facial es la que ocupa la mayoría de las conversaciones, seguramente porque sea la zona más visible del cuerpo. Sin embargo, hay otros lugares que necesitan especial atención y cuidado. Y no, no lo decimos por motivos estéticos. Por ejemplo, ¿has tenido alguna vez problemas en la piel de tus codos? A muchas personas se les reseca, endurece y agrieta con facilidad, incluso puede ser que adquiera un color grisáceo.
Las capas de piel de los codos son más gruesas, ya que cumplen una función protectora. Tienen que soportar una mayor fricción, pues usamos los antebrazos para muchas acciones cotidianas: para apoyarnos en la mesa, sujetar nuestra cabeza cuando estamos sentados o a la hora de sostener un libro. Además, la piel de esta zona tiene menos glándulas sebáceas, por lo que no cuenta con los niveles de grasa natural que favorecen la hidratación de la piel.
Por otro lado, los factores ambientales condicionan el estado de salud de la dermis, a nivel general. La calefacción y el aire acondicionado resecan la piel, una consecuencia aplicable a la exposición a las temperaturas extremas y a la exposición solar. Darse baños durante largo rato o la alergia a algunos productos (cosméticos incluidos) también podría alterar la barrera cutánea.
Adicionalmente, pueden darse otros factores internos que favorecen los codos secos, como son la piel atópica, los desajustes hormonales o unos hábitos de vida poco saludables que alteran el funcionamiento normal del organismo.
Consejos para cuidar la piel de los codos
El cuidado de la piel de los codos no debe distanciarse demasiado de los pasos que seguimos para el cuidado de otras zonas del cuerpo. Estos son los pasos fundamentales que debes practicar en tu rutina, aunque no deberías dudar en visitar a tu dermatólogo para obtener una valoración clínica:
Limpieza de la zona: la limpieza de la piel es fundamental para evitar que se acumulen la suciedad, el sudor y la piel muerta, teniendo en cuenta que los codos están en contacto con superficies varias veces al día. Para evitar cualquier tipo de irritación, especialmente si presentas enrojecimiento o picor, procura lavar la zona con agua, jabón neutro que sea respetuoso con el pH de la piel, y agua tibia.
Exfoliación: vendrá muy bien para retirar la piel muerta. Utiliza un exfoliante suave que no resulte muy agresivo con la piel escamosa, ya que tiende a ser más sensible. Con este paso podrás favorecer la regeneración cutánea, tan necesaria cuando hay capas de piel muerta que impiden el brillo y salud de la piel. Realiza este paso entre 1 y 2 veces por semana para notar los resultados.
Hidratación: después de limpiar la zona en profundidad, toca alimentar a las células de debajo de la piel. Y, para ello, tenemos que aplicar una crema hidratante con ingredientes humectantes y emolientes que la ayuden a recuperar su humedad natural. Prueba a utilizarla dándote masajes circulares y suaves hasta la completa absorción del producto.
Duchas: cuando toque darse una ducha, recuerda hacerlo con agua templada. El agua caliente destruye la capa lipídica de la barrera cutánea, por lo que no es ni por asomo la mejor opción. El agua a una temperatura de 36 – 37 grados es la que consideramos templada.
Ropa: algunos tejidos pueden resultar más agresivos. Por ejemplo, la lana genera picor e incluso aumenta la sensación, haciendo que nos rasquemos más. Lo mejor es que uses ropa ligera y, en invierno, tejidos blandos y transpirables como el algodón.
Vida saludable con mucha agua: todo lo que comemos influye en el comportamiento de nuestro organismo, por lo que seguir una dieta sana y variada basada en frutas, verduras, proteínas, grasas saludables y carbohidratos saludables será fundamental para mantenernos en equilibrio. De igual manera, es muy importante consumir la cantidad diaria de agua recomendada para depurar las células (las de la piel incluidas) y favorecer su hidratación.