Cada tarde, entre las 5:00 p.m. y las 6:00 p.m., es común ver a loros y guacamayas sobrevolar los cielos de Valencia. Especialmente, se observan en las áreas cercanas a la avenida Bolívar.
Estas aves vuelan hacia sus nidos para descansar. Lo hacen generalmente en grupos de dos o más. Sus vuelos siempre están acompañados de sus característicos graznidos, que se mezclan con el sonido de bocinas y motores en la capital carabobeña.
Durante la pandemia, Eduardo Irigoyen, Luis Cornejo y Alejandro Luy, decidieron investigar el comportamiento de estas aves. Su objetivo era verificar si la cantidad de loros y guacamayas en Valencia había disminuido.
Irigoyen, quien trabaja en la Fundación Tierra Viva, explicó que el estudio también busca desarrollar un plan de conservación para los dormideros urbanos de la ciudad. Estos dormideros son los nidos dentro de los árboles, hogar de diversas especies de aves. El enfoque del estudio está en los psitácidos, que incluyen loros, pericos y guacamayas.
La biodiversidad de aves en Valencia
Según el estudio, Venezuela alberga 1420 especies de aves. De ellas, 40 % se encuentra en el estado Carabobo, incluyendo a los psitácidos.
Tierra Viva detalla que en la capital carabobeña se registran 12 especies de psitácidos. Algunas de las más comunes son el Loro Real, Amazona ochrocephala, el Churica o Ala Marrón Brotogeris jugularis, el Perico Cara Sucia Eupsittula pertinax, el Periquito Mastrantero Forpus passerinus, el Loro Guaro Amazona amazónica y la Maracaná Ara severus.
No se ha llegado a un consenso sobre por qué estas aves prefieren la bulliciosa avenida Bolívar como su hábitat. Irigoyen explica que muchos de estos psitácidos son especies sinantrópicas. Esto significa que pueden convivir con los humanos y obtener beneficios de esta interacción.
Un caso interesante es el de los loros guaros, que han dado origen a la expresión «Naguará», usada para anunciar la llegada de estas aves en grandes bandadas.
Por allá en los 40
Datos históricos del estudio revelan que entre 1940 y 1950 había muchos árboles de camoruco en la avenida Bolívar, de donde proviene su antiguo nombre. Además, en esa época había vendedores de loros y maracanás.
«Los sacaban de zonas rurales de Valencia y otras poblaciones de Carabobo. Los usaban como mascotas en las haciendas, pero cuando crecían o los dueños se aburrían, los liberaban», comenta Irigoyen.
Este comportamiento provocó la formación de bandadas que crecieron con el tiempo, debido a la reproducción y la necesidad de nuevos asentamientos.
Cada día, estas aves realizan largos vuelos dentro de la ciudad. Viajan hacia zonas más distantes para alimentarse o reproducirse. Irigoyen describe estos desplazamientos como «migraciones internas».
Las aves se dirigen a áreas como los cerros El Casupo, La Guacamaya, el Parque Negra Hipólita, Fernando Peñalver, El Metropolitano, El Humboldt, y el Recreacional Sur, entre otras zonas verdes que se conectan con el sector Pira-pira en el municipio Libertador.
Más árboles, más aves
Se ha identificado una alta concentración de loros guaros y maracanás entre el C.C. Camoruco y el Teatro Guaparo, en la avenida Bolívar. En esa área hay aproximadamente 550 árboles. Entre ellos se encuentran especies como el caobo Swietenia macrophylla, el chaguaramo Roystonea oleracea, el mijao Anacardium excelsum, el apamate Tabebuia rosea, el pilón Andira inermis, el almendrón Terminalia catappa y el jabillo Hura crepitans.
El estudio indica que entre 2020 y 2021 se registraron unos 421 loros guaros y 650 maracanás en Valencia.
Las Guacamayas son más comunes entre mayo y noviembre, mientras que los loros guaros se observan con mayor frecuencia entre septiembre y noviembre.
Fuera de estas fechas, ambas especies migran hacia el sur. Los investigadores sugieren que estos movimientos están relacionados con los períodos de sequía y lluvia, lo que afecta la disponibilidad de alimentos. En los picos de población se llega a observar hasta 1700 maracanás y 700 guaros.
Tala gubernamental
Raquel Pantoja, aunque no es oriunda de Valencia, recuerda que una de las cosas que más le impresionó al llegar fue la gran cantidad de árboles.
“Nunca había visto una avenida tan larga y con tantos árboles como la Bolívar. Era icónica, pero ya no podemos decir lo mismo”, comenta Pantoja.
Una de las opiniones más comunes es que la paralización de las obras del Metro de Valencia ha afectado la visual y la ecología de la avenida.
La construcción del Metro provocó la pérdida de más de 300 árboles a lo largo de la avenida Bolívar. Ninguna gestión gubernamental ha tomado acciones para reponerlos.
Irigoyen señala que, durante el gobierno de Francisco “Paco” Cabrera, se planificó la creación de un inventario de árboles a través del Instituto Municipal de Ambiente. Sin embargo, este proyecto quedó abandonado tras el final de la gestión.
A pesar de esto, la tala de árboles sigue ocurriendo. Instituciones como Corpoelec o el Instituto Municipal de Ambiente son responsables de algunas de estas talas. Un ejemplo reciente ocurrió en la urbanización San José de Tarbes, en la que los vecinos denunciaron la tala de seis árboles de ficus hace aproximadamente un año.
Con la tala de más de 300 árboles, los psitácidos han ido perdiendo sus hogares.
Tierra Viva insiste en que las autoridades, como la Alcaldía de Valencia, la Gobernación de Carabobo y el Ministerio de Ecosocialismo, deben activar un plan de protección ambiental. Esto es urgente, ya que la eliminación de árboles está creando islas de calor en la ciudad.
Con información de Crónica Uno