Eran las 9:00 p. m. del lunes, 20 de mayo. Dainely Rodríguez ya le había dicho a sus hijas que no jugaran fuera de la casa, específicamente en la parte trasera, pues llovía y la vivienda está al borde de una de las tantas cárcavas en Ciudad Guayana, la de Colinas de Pinto Salinas, en San Félix.
“Como a las 4:00 a. m. ya escuchaba los pedacitos de bloque cayendo. Pensamos que alguien se había metido a la casa, pero nos dimos cuenta que era parte del paredón. Como a las 9:00 p.m. se terminó de caer. No dormí anoche pendiente del mínimo ruido, con temor a que se nos fuera a caer la casa”, relató.
El año pasado pasaron por esta misma situación. La Gobernación de Bolívar prometió la reubicación de viviendas, pero en su caso no llegó la ayuda.
“Mi mamá ya tiene un mes y algo que falleció. Nunca le llegó su casa y su mayor sueño era poder tener su casa”, lamentó.
Dainely reside desde hace 25 años en Colinas de Pinto Salinas. En la última década ha sido testigo del crecimiento de una cárcava, como se llama a las formas graves de erosión del suelo, derivados de un proceso geológico natural.
Asegura que no se niega a una reubicación, como han alegado autoridades gubernamentales. Sin embargo, solicita que cualquier reubicación de vivienda tenga una escuela cercana para que no interfiera con el estudio de sus hijas. Reiteró que hasta la fecha no han recibido la visita de representantes organismos como Protección Civil o la Gobernación.
Alexis Moreno vive desde hace apenas un año en Colinas de Pinto Salinas. El mismo tiempo que espera junto a Dainely por la reubicación.
“Ha sido una zozobra total porque no podemos dormir tranquilos. Primero nos tocó rodar hacia adelante para poder aguantar un poco más. Por aquí quedaron de venir los de Protección Civil. Saben que este es un lugar de prioridad porque hay muchas personas que están en sitios de riesgo”, expuso Moreno.
Los olvidados de reubicar
Angélica Pérez, por su parte, vive en el otro extremo de la cárcava. Hace 17 años se mudó a Colinas de Pinto Salinas. A ella y a sus 10 hijos le ofrecieron vivienda desde el año pasado. En la actualidad, su casa de zinc está al borde de esta gran socavación.
“Eso cuando empezó a llover, empezó a derrumbarse. Han venido las autoridades, pero han prometido y no han cumplido. Aquí vivimos asustados con un terror. Cuando llueve, todo eso se moja, uno tiene que estar pendiente de que no se caiga otro pedazo de la cárcava y tener que correr. Pedimos que nos ayuden porque dijeron que habían reubicado a todos y nosotros quedamos a la espera”, denunció Pérez.
Y es que como ella, Moraima Guzmán también sigue a la espera de la promesa del gobernador Ángel Marcano.
“Aquí en el sector ya varias familias fueron reubicadas, algunos en apartamentos y otros en casas. Pero muchas todavía quedamos en riesgo y esperando siquiera por la visita de los entes, porque ya después de eso fueron muy pocas veces que vinieron y se olvidaron de nosotros. Nos quedamos esperando porque más nunca se les ocurrió venir. Hasta Defensa Civil nos abandonó, que tenían una rutina de venir siempre a tomar las medidas, a estar pendientes”, dijo Guzmán.
Dados los 25 años que ha vivido en el sector, recuerda que la zona tenía su canal de aguas y su casa tenía un gran patio del que ahora no queda nada.
“Yo tumbé ya tres partes de mi casa. Teníamos todo el patio sembrado, teníamos animales en el patio. Tampoco nos podemos ir porque si nos vamos resulta que no nos dan casa porque llegamos de paracaídas, es lo que dicen, que vamos a llegar de paracaídas a pedir algo donde no nos corresponde, pero tampoco podemos esperar que vayamos a caer en el barranco”, agregó.
Hasta 2013 se tenía un registro de 62 cárcavas en Ciudad Guayana, la mayoría activas. Incluso, surgieron otras nuevas. Específicamente en Colinas de Pinto Salinas, dos viviendas se derrumbaron parcialmente tras fuertes lluvias en abril de 2023. Otras 12 quedaron en alto riesgo y el gobernador Ángel Marcano prometió reubicación para estas familias.
Hasta julio del año pasado se han registrado al menos cinco entregas. Cuatro apartamentos en la urbanización Caujaro y una vivienda en la UD-338. No obstante, de los beneficiados, no todos fueron los de mayor vulnerabilidad.