El girasol (Helianthus annuus) es una de las plantas más fáciles de reconocer, y que más curiosidad despiertan desde la infancia. Sus flores grandes, con diminutas estructuras dispuestas en espirales, solo son superadas por esa costumbre de girar siempre hacia el sol, como si lo siguiera con la mirada. Sin embargo, en esta concepción popular del girasol hay varios errores.
Para comenzar, no se trata de una flor muy grande, sino de una estructura botánica denominada inflorescencia, que se compone de un receptáculo —el tallo, ensanchado en forma de disco— sobre el que se disponen, aquí sí, las flores, de pétalos fusionados y tamaño muy pequeño, en patrones espirales. Las flores del centro, con los pétalos cortos y fusionados en forma de tubo, son los flósculos; mientras que las del margen, con los pétalos fundidos en una especie de lengüeta larga, se denominan lígulas.
El segundo error tiene que ver con el heliotropismo, ese movimiento atribuido al girasol y del que se dice que la inflorescencia siempre mira al sol. Basta con visitar un campo de girasoles en flor para comprobar que, si bien todos miran en una misma dirección, solo lo hacen hacia el sol durante el amanecer.
Con información de Muy Interesante