Un estudio dirigido por el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King ‘s College de Londres vinculó las diferencias estructurales del cerebro con los trastornos alimentarios en jóvenes. Los investigadores descubrieron que el proceso de “maduración cerebral”, por el que el volumen y el grosor de la corteza (la capa externa del cerebro) disminuyen durante la adolescencia, es un factor que determina si los adolescentes desarrollan conductas alimentarias restrictivas o emocionales/descontroladas en la edad adulta temprana, señaló Prensa Latina.
De acuerdo con el estudio publicado en Nature Mental Health, las conductas alimentarias restrictivas, como las dietas y las purgas, implican la limitación deliberada de la ingesta de alimentos para controlar el peso y la forma corporal. Por el contrario, las conductas alimentarias emocionales o descontroladas, como los atracones, se caracterizan por episodios de consumo de alimentos en respuesta a emociones negativas o impulsos compulsivos.
Los expertos analizaron datos de 996 adolescentes en Reino Unido, Irlanda, Francia y Alemania, quienes proporcionaron datos genéticos, completaron cuestionarios sobre su bienestar y sus hábitos alimentarios y se sometieron a una resonancia magnética a los 14 y 23 años.
Los participantes se clasificaron en tres tipos de hábitos alimentarios: consumidores saludables (42 por ciento), restrictivos (33 por ciento) y emocionales o incontrolados (25 por ciento). La pesquisa mostró que los tres grupos tenían diferentes patrones de salud mental y comportamiento a lo largo del tiempo.
Los jóvenes con hábitos alimentarios poco saludables (restrictivos y emocionales/incontrolados) a los 23 años tenían niveles más altos de problemas internalizantes (por ejemplo, ansiedad o depresión) y externalizantes (como hiperactividad, falta de atención o problemas de conducta) a los 14 años, en comparación con los consumidores saludables.
Los problemas internalizantes aumentaron significativamente con la edad desde los 14 a los 23 años entre los consumidores poco saludables. Aunque los problemas de externalización disminuyeron con la edad en todos los grupos, los niveles generales fueron más altos entre aquellos con una alimentación emocional o descontrolada.
Los investigadores analizaron datos de imágenes por resonancia magnética (IRM) a los 14 y 23 años para investigar la maduración cerebral a lo largo del tiempo y cuánto había disminuido el volumen y el grosor de la corteza. Los resultados indicaron que la maduración cerebral se retrasó y fue menos pronunciada en los que comían de forma poco saludable.
La investigación puntualizó cómo la maduración cerebral, la genética y las dificultades de salud mental interactúan para contribuir a los síntomas de los trastornos alimentarios.
Con información de VTV