Durante décadas, el fin de la función ovárica en las mujeres fue asumido como un hecho biológico inmodificable. La menopausia, con su progresiva caída hormonal y sus consecuencias físicas y emocionales, se consideró un destino inevitable en la vida reproductiva femenina.
Sin embargo, el paradigma comienza a desmoronarse a medida que diversos equipos científicos internacionales avanzan en el desarrollo de terapias para intervenir, demorar o incluso evitar el proceso menopáusico tal como se lo conoce hasta hoy.
Lejos de tratarse de una especulación futurista, las investigaciones actuales apuntan a frenar el envejecimiento ovárico mediante procedimientos quirúrgicos, farmacológicos y celulares.
Según informó The Cut, el médico Kutluk Oktay, especialista en biología ovárica y director del Laboratorio de Reproducción Molecular y Preservación de la Fertilidad en la Escuela de Medicina de Yale, sostuvo que la menopausia es una de muchas funciones naturales sobre las que ya se interviene en medicina.
Oktay comparó su impacto con la pérdida de visión, que se trata con anteojos, como ejemplo de cómo procesos naturales pueden ser modificados en favor del bienestar humano.
El impacto clínico de la menopausia
El paso del tiempo y la reducción progresiva de estrógenos y progesterona generan una amplia variedad de síntomas y efectos colaterales. Durante el periodo de transición —la perimenopausia— que puede extenderse hasta diez años, muchas mujeres experimentan sofocos, sudoración nocturna, dolor en las relaciones sexuales, trastornos en el estado de ánimo, deterioro cognitivo y dolor articular.
Aunque la terapia de reemplazo hormonal (TRH) alivia parte de estas manifestaciones, no revierte los efectos a largo plazo como la pérdida de masa ósea o el aumento significativo del riesgo cardiovascular, entre otros problemas crónicos.
De acuerdo con The Cut, Zev Williams, director del Centro de Fertilidad de la Universidad de Columbia, afirmó que durante demasiado tiempo la menopausia fue vista como un hecho inmutable, cuando podría tratarse como un fenómeno modificable desde la medicina.
A su entender, intervenir en el envejecimiento ovárico no sólo modificaría el curso del climaterio, sino que implicaría una nueva forma de abordar el envejecimiento humano.
Investigación clínica y avances en laboratorio
El impulso por extender la longevidad ovárica reúne a equipos académicos y compañías biotecnológicas. Tal y como detalla The Cut, la startup Gameto realiza pruebas en animales con células ováricas de soporte derivadas de células madre, con el objetivo de ralentizar la llegada de la menopausia. En paralelo, la firma Celmatix trabaja en una droga orientada a frenar el agotamiento de la reserva ovárica.
Otros proyectos se concentran en el uso de senolíticos —medicamentos que eliminan células envejecidas— o en compuestos destinados a mejorar la producción energética celular. En todos los casos, los desarrollos aún se encuentran en fases experimentales o clínicas tempranas, pero reflejan un interés científico creciente y sostenido.
En términos evolutivos, el fenómeno de la menopausia no está del todo comprendido. Williams señaló que solo unas pocas especies, como ciertos tipos de ballenas, experimentan este proceso. A diferencia de la mayoría de los mamíferos, las mujeres pierden la capacidad reproductiva décadas antes de que otros sistemas del cuerpo den señales claras de envejecimiento.
Entre las hipótesis más extendidas, se encuentra la “teoría de la abuela”, que sugiere que la evolución favoreció la menopausia para que las mujeres mayores dedicaran energía al cuidado de sus nietos. Otra posibilidad, también planteada por Williams, es que el fenómeno sea simplemente el resultado de una mayor expectativa de vida.
El rol de la cirugía y los tratamientos farmacológicos
Kutluk Oktay lidera un estudio clínico centrado en un procedimiento ambulatorio que podría demorar el fin de la función ovárica. Según explicó a The Cut, la técnica consiste en extraer por laparoscopía una pequeña porción del córtex ovárico —donde se concentran los folículos primordiales— antes de los 38 años, momento en que se acelera la pérdida de óvulos.
Este tejido se congela y almacena durante aproximadamente una década. Cuando los niveles de la hormona antimülleriana (AMH) descienden a un umbral crítico, el tejido se vuelve a implantar, con la expectativa de que entre el 60% y 80% de los óvulos sobrevivan tras el injerto. Esta maniobra permitiría reactivar la función hormonal y extender la etapa reproductiva de forma escalonada.
Por otro lado, Williams encabeza en Columbia el estudio VIBRANT, que analiza el uso de rapamicina —un inmunosupresor aprobado por la FDA— como tratamiento preventivo. The Cut detalló que el fármaco inhibe la proteína mTOR, asociada al envejecimiento celular, y que los modelos preclínicos en animales demostraron que puede preservar la cantidad y calidad de los óvulos.
Al administrarse antes del inicio del climaterio, la rapamicina podría ralentizar el recambio mensual de ovocitos. El ensayo, que cuenta con 50 participantes, contempla una fase activa de tres meses con seguimiento clínico posterior de nueve.
Cambios culturales, dilemas éticos y preguntas abiertas
Además del potencial médico, estas investigaciones impulsan una reevaluación profunda de los conceptos sociales y éticos en torno a la fertilidad, el envejecimiento y la maternidad.
Oktay consideró que si hoy las personas pueden vivir más de 100 años, prolongar la etapa reproductiva y hormonal femenina podría ser un componente clave para garantizar calidad de vida. No obstante, algunas voces científicas alertan sobre las implicancias de extender artificialmente esta función biológica.
Deborah Gomez Kwolek, fundadora del Programa de Salud de la Mujer y Medicina de Género del Hospital General de Massachusetts, afirmó que el envejecimiento ovárico ocurre al doble de velocidad que el del resto del cuerpo y podría tener un propósito biológico: asegurar que las mujeres estén en condiciones de criar a sus hijos. En ese sentido, advirtió sobre los posibles riesgos de postergar demasiado el fin de la fertilidad.
Además, expresó a The Cut que prolongar la producción de estrógeno podría elevar ligeramente el riesgo de cáncer de mama o endometrio; no obstante, aclaró que no se trata de un peligro significativo.
Kwolek señaló que existen opciones consolidadas como la criopreservación de óvulos o la TRH, y que los tratamientos orientados a demorar la menopausia aún requieren más investigación. Para ella, se trata de un campo emergente y prometedor, pero todavía restringido a un entorno científico muy especializado.
Una transformación en curso
Si bien los avances científicos aún se encuentran en etapa experimental, las investigaciones en curso plantean un cambio de paradigma sobre la biología reproductiva femenina. A juicio de Williams, repensar el envejecimiento ovárico puede permitir una revisión más amplia sobre cómo se comprende y aborda el envejecimiento humano.
En su diálogo con The Cut, concluyó que el ovario podría convertirse en modelo para desarrollar tratamientos contra el deterioro asociado a la edad, con implicancias que van mucho más allá de la fertilidad.
Con información de Infobae