Los antibióticos no reducirán tus defensas, pero si no los consumes de forma prudente, tendrás problemas a largo plazo. Descubre cómo hacer un uso adecuado de estos medicamentos.
Los mitos sobre los antibióticos se escuchan y se leen en todos lados. El problema es que el desconocimiento sobre estos medicamentos aumenta el uso inadecuado y favorece la aparición de algunos problemas.
Los antibióticos son utilizados para tratar infecciones causadas por bacterias. El primero que se descubrió fue la penicilina, en 1928. En la actualidad, varios son de venta libre y, al conseguirse con facilidad en las farmacias, se toman sin la debida prescripción médica.
Es un mito creer que debilitan el sistema inmune. Sin embargo, es verdad que un exceso en su consumo puede alterar nuestro intestino y hasta facilitar que tengamos una infección por hongos. Por ello, conocer qué es cierto y qué no acerca de estos medicamentos, te ayudará a comprender más sobre su uso y evitar efectos negativos en la salud.
¿Tomar antibióticos puede bajar mis defensas?
Las defensas del cuerpo no bajarán si tomamos antibióticos. Es una idea equivocada y es un mito que muchos creen.
Al contrario, estos medicamentos están diseñados para combatir las infecciones por bacterias y ayudar a nuestras defensas. El sistema inmunitario trabaja en conjunto con los antibióticos para matar o expulsar a los microorganismos que nos causaron la infección.
La falsa idea de que las defensas bajan, puede provenir de algunos efectos secundarios de tomar antibióticos, como la diarrea. O también puede suceder que la misma enfermedad que combatimos, nos debilita y nos quita energías.
No tomar la medicación por creer en este mito puede ser peligroso. Si un médico nos recetó el fármaco es porque considera que nos ayudará a solucionar una infección que tenemos.
Si tomo antibióticos, ¿es más probable que tenga una infección por hongos?
En este caso, no estamos ante un mito sobre los antibióticos, sino frente a una realidad. Es cierto que su consumo puede facilitar que tengamos, tras el tratamiento, una infección a causa de hongos.
Esto sucede porque los antibióticos alteran el equilibrio de las bacterias y los hongos que viven regularmente en el cuerpo. Toda la comunidad de microorganismos que tenemos en la boca, los intestinos, la piel y la vagina viven en armonía. Pero los medicamentos son capaces de cambiar esa situación.
Después de un tratamiento con antibióticos, muchas bacterias beneficiosas del cuerpo se mueren. En esas condiciones, hay hongos que aprovechan para crecer y colonizar. Por ejemplo, en las mujeres, cuando se mueren los lactobacilos de la vagina, el hongo cándida se expande y es capaz de causar candidiasis vaginal.
No siempre se puede prevenir el problema. Sin embargo, es fundamental respetar las indicaciones médicas para no excedernos con las dosis y, si el profesional lo autoriza, se puede acompañar la toma de antibióticos con probióticos, en plan preventivo.
¿Es malo para mi flora intestinal tomar antibióticos?
Es verdad que los antibióticos cambian el equilibrio de la flora intestinal. Llamamos así al conjunto de microorganismos que viven dentro de nuestro sistema digestivo sin hacernos daño.
Tal como ya te explicamos, los medicamentos pueden romper la armonía de las bacterias y los hongos que viven en nuestro cuerpo. Lo que hacen los antibióticos, mientras los usamos contra una enfermedad, es reducir la cantidad y la diversidad de los microorganismos beneficiosos que tenemos en el intestino.
El desequilibrio que se genera se llama disbiosis intestinal y ello nos causa los siguientes síntomas:
- Diarrea
- Náuseas
- Dolor abdominal
En general, una vez que terminamos el tratamiento, el intestino vuelve a la normalidad. Hay personas que demoran algunos días más. Y también existen tratamientos con probióticos y prebióticos para contrarrestar la disbiosis, pero deben ser indicados por un médico.
¿Tomar muchos antibióticos puede hacer que las bacterias sean más resistentes?
Sí, tomar antibióticos en exceso, por muchos días o en dosis elevadas, genera resistencia bacteriana. La resistencia bacteriana es la capacidad que tienen las bacterias para sobrevivir y multiplicarse, a pesar de que intentemos controlarlas con los medicamentos.
Las bacterias desarrollan mecanismos que les permiten evitar los efectos de los antibióticos. Y esos mecanismos son cada vez mejores, a medida que se enfrentan a más cantidad de fármacos.
Está bien tomar antibióticos cuando son necesarios y los indica un médico, pero hay situaciones en las que su uso inadecuado favorece la resistencia bacteriana. Por ejemplo, cuando se toman para infecciones virales (resfriados o gripes), ya que los virus no son sensibles a estos medicamentos.
El problema de la resistencia es que, en un futuro, si necesitamos tomar antibióticos, quizás no hagan el efecto que deseamos. Las bacterias que nos enferman podrían tardar más en responder al medicamento y estaríamos más tiempo con los síntomas.
¿Cómo usar los antibióticos de forma prudente?
Además de aprender sobre los mitos de los antibióticos, debemos tomarlos a consciencia y de modo prudente. Para ello, es importante seguir estas recomendaciones:
– No te automediques. Aunque sean de venta libre, consúmelos si te los indicó un médico.
– Evita los antibióticos para infecciones virales. Estos medicamentos no son efectivos contra los resfriados.
– No acumules antibióticos en casa. Es más fácil recurrir a ellos si están a tu alcance y acumularlos favorece la automedicación. Las pastillas sobrantes de un tratamiento deberían ser descartadas en un punto SIGRE que puedes encontrar en farmacias u hospitales.
– Toma las dosis y la cantidad de días que te prescribieron. Respeta la cantidad y la duración del tratamiento que indicó el médico. No suspendas antes de tiempo porque te sientes mejor. Además, es buena idea tener recordatorios en el móvil para no saltarte horarios.
Los antibióticos no son malos ni mucho menos. Hoy podemos curar varias enfermedades gracias a ellos y vivir más tiempo con una mejor calidad de vida.
Sin embargo, es nuestra responsabilidad usarlos de modo prudente. Una forma de combatir los mitos que hay sobre ellos es no presionar a los médicos para que nos los receten, respetar sus indicaciones y comprarlos solo cuando tengamos una receta. Si todos colaboramos, podremos hacer frente a la resistencia bacteriana.
Con información de Mejor con Salud