Los humanos tenemos un cierto chauvinismo animal y tendemos a creer que lo más importante en la historia evolutiva es la aparición del plan corporal de la fauna. Lo cierto es que la vida en nuestro planeta ha sido esencialmente unicelular, y 3.000 millones de años de fósiles bacterianos lo corroboran.
Sometidos a la fragmentación y unión de los continentes, los episodios más trascendentales ocurrieron en silencio, tras fundamentales innovaciones en las células y cambios químicos en los ecosistemas.
Pero la vida animal es la que nos causa mayor fascinación por su diversidad morfológica. Tradicionalmente se creía que apareció casi de repente, en un parpadeo geológico hace 539 millones de años, al comienzo del Cámbrico.
La gran explosión de la vida, se ha denominado. Multitud de organismos con simetría bilateral, patas articuladas o antenas surgieron por todas partes. A continuación veremos que tal estallido no ocurrió, que hubo sofisticados animales antes de aquel esplendor y analizaremos los procesos geológicos que han propiciado la vida.
Holocausto de oxígeno
Entre 2480 y 2320 millones de años; duración: 160 millones de años.
La fotosíntesis es un proceso mediante el cual se obtienen electrones del agua. Su captura divide las moléculas en iones de hidrógeno y de oxígeno –un gas–. Los iones de hidrógeno y los electrones juegan un papel clave en la conversión de dióxido de carbono en azúcares nutritivos. El oxígeno, sin embargo, es un residuo innecesario que se volverá determinante para los organismos.
Hace 2700 millones de años, en la Tierra hay un único supercontinente llamado Kenorland. Los días son cortos, de aproximadamente dieciocho horas. La luminosidad del Sol es tenue, más o menos el 80% de la que posee en la actualidad. La atmósfera está llena de dióxido de carbono, un poco de metano y gases sulfurosos. Prácticamente no hay oxígeno, ni capa de ozono protectora. La superficie terrestre es bombardeada de forma inmisericorde por rayos ultravioleta.
El mar en el que llevan viviendo mil millones de años las primitivas arqueas y bacterias despide un inmenso hedor a huevos podridos. Kenorland hace que la Tierra tenga por primera vez mares interiores poco profundos y plataformas continentales.
Los altos niveles de dióxido de carbono provocan una importante erosión de las rocas e inundan de minerales mares interiores y plataformas costeras. Entre los 2480 y los 2450 millones de años, el supercontinente empieza a fragmentarse y genera la aparición de mares todavía menos profundos entre los fragmentos.
Las dorsales oceánicas experimentan una frenética actividad mientras expulsan el magma del manto terrestre a través de sus volcanes submarinos y fumarolas, y emiten grandes cantidades de hierro.
Con información de Muy Interesante