Por qué guardar silencio podría fortalecer una relación

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Foto: Archivo

Cuando se observa a dos personas sentadas en silencio en una cafetería, mirando por la ventana o simplemente compartiendo una bebida sin hablar, muchos podrían asumir que algo no está bien: una discusión reciente, una falta de interés, o incluso “el principio del fin”. Sin embargo, investigaciones recientes proponen una lectura completamente diferente.

Lejos de ser señal de distancia, el silencio compartido puede ser una de las expresiones más sólidas de cercanía. Según un estudio realizado por científicos de Harvard, el silencio puede ser “una muestra de intimidad y confianza que profundiza aún más en la conexión emocional”.

Desde este enfoque, el silencio no es un vacío incómodo que necesita ser llenado, sino un espacio de encuentro emocional que permite procesar, reflexionar y, sobre todo, escuchar. Como lo plantea la psicóloga Netta Weinstein, autora del estudio de la Universidad de Reading: “No siempre necesitamos llenar el espacio con conversaciones… los momentos de silencio pueden ser maneras poderosas de conectar”.

Varios estudios recientes coinciden en que el silencio compartido en una relación de pareja no necesariamente indica aburrimiento, indiferencia o falta de temas para conversar. Por el contrario, puede representar una forma de intimidad emocional.

El tiempo de calidad en las relaciones de pareja es clave para mantenerlas, en contra la creencia general, ese tiempo no requiere necesariamente de planes o actividades, sino que puede consistir simplemente en compartir silencios.

Weinstein subraya que este tipo de comunicación no verbal está asociado a emociones positivas y a una mayor satisfacción relacional. Los investigadores descubrieron que cuando el silencio es “intrínsecamente motivado”, es decir, natural y no impuesto, “se asoció con la intimidad, la cercanía y la conexión”.

Sin embargo, no todas las personas experimentan el silencio de la misma manera. En palabras de Sheila Heen, profesora en la Facultad de Derecho de Harvard y especialista en relaciones sociales: “Todos tenemos peculiaridades comunicativas: cuánto esperamos antes de intervenir en una conversación; si pensamos en voz alta o procesamos la información internamente; si tendemos a dominar las conversaciones o a escuchar mejor”.

Estas diferencias, que responden a la personalidad, la cultura o la dinámica de poder, influyen en la forma en que las personas se relacionan. Lo que en un contexto familiar puede ser una conversación animada con interrupciones, en otro puede considerarse una falta de respeto.

Como advierte Heen: “El simple hecho de prestar atención a estas diferencias puede ayudarnos a detectar y abordar pequeñas fricciones antes de que se intensifiquen hasta el punto de conflicto”.

El silencio como herramienta para mejorar la comunicación

Varios especialistas coinciden en que las pausas silenciosas permiten procesar lo que está ocurriendo durante una conversación y así mejorar la calidad del diálogo. Tal como explica Heen: “El silencio nos permite intentar comprender lo que sucede dentro de nosotros y entre nosotros. Esa pausa puede impulsar la reflexión: ¿De verdad quiero soltar lo primero que pienso o tomarme un minuto para considerar sus posibles consecuencias?”. Esta pausa no es pasividad, sino una forma de participación emocional activa.

En contextos de discusión o tensión, esta herramienta puede ser clave para evitar la escalada de los conflictos. En vez de insistir en tener razón o repetir argumentos, el silencio habilita al otro a hablar. Heen lo ejemplifica así: “En el calor del momento… es tentador repetir, dar más detalles o volver a explicar por qué tenemos razón. Pero la otra persona podría estar esperando una pausa para poder responder sin interrumpir. ¡Nunca lo sabremos si no nos tomamos un descanso!”

No todo silencio es igual. El estudio de la Universidad de Reading realizó una distinción importante entre los silencios que surgen de forma natural y aquellos que son utilizados como mecanismo de poder o castigo. Cuando las personas entrevistadas describían silencios que obedecían a una imposición (“mi pareja quería que me callara”) o a un temor (“se enojaría si hablaba”), los efectos sobre la relación eran negativos. En cambio, cuando los participantes relataban haber guardado silencio por deseo propio o para “apreciar” el momento, lo asociaban con emociones positivas, como paz y conexión.

Más allá del contexto de pareja, los especialistas destacan que el silencio puede ofrecer consuelo emocional, especialmente en situaciones de dolor. Estar con otra persona sin necesidad de decir nada puede ser una forma de apoyo.

El silencio también ha sido valorado desde una perspectiva cultural y filosófica. El dramaturgo alemán Goethe decía que “hablar es una necesidad y escuchar es un arte”. A su vez, el pensador griego Zenón de Citio enseñaba que “la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más escuchar que hablar”. El profesor Alberto Álvarez Calero, de la Universidad de Sevilla, sostiene que el silencio es “el antídoto a la mente tan dispersa a la que la vida actual nos conduce”. Para él, saber callar y escuchar en una conversación es lo que permite construir un verdadero y enriquecedor diálogo.

Con información de Infobae