Para la joven Rehyana Nayib, de 22 años, su profesión como esteticista es un motivo de miedo. En un rincón silencioso de Kabul, en una casa modesta donde se encuentra su salón de belleza clandestino, sus palabras llevan el peso de una generación asfixiada bajo una opresión sistemática y el cansancio propio de alguien mucho mayor.
“Mi nombre es Reyhana Najib. Tengo 22 años y cinco miembros de mi familia están a mi cargo”, cuenta a EFE.
Rehyana no es sólo esteticista. Es hija, hermana y cabeza de familia, un rol impuesto en un país donde simplemente trabajar siendo mujer ya es considerado un acto de desafío.
“Llevo cuatro años trabajando en el rubro de los salones de belleza, Soy esteticista, tengo un salón en mi propia casa y con este trabajo cubro las necesidades y el sustento lícito de mi familia”, relata.
Con la prohibición oficial de los salones de belleza impuesta por los talibanes en julio de 2023, Rehyana tuvo que trasladar su profesión a la clandestinidad.
“El trabajo en salones ha sido oficialmente prohibido por los talibanes”, explica, “nadie puede visitar los salones ya y hay hombres armados apostados frente a cada uno”.
La represión ha sido tan severa, que incluso la sospecha de tener un salón de belleza en casa puede provocar amenazas o detenciones.
La única forma de sobrevivir
“No había otra forma de sobrevivir (…) Me vi obligada a continuar trabajando en el salón para cubrir nuestras necesidades”, detalla a EFE.
La familia de Rehyana incluye a un padre anciano, a una madre ama de casa y a varios hermanos menores, pero la supervivencia de su familia recae sobre esta joven, que reconoce que trabaja en secreto y con miedo.
“Si se sospecha que hay trabajo de salón en una casa, y se ve entrar y salir a mujeres, los talibanes vienen y se llevan a los hombres de esa familia”, cuenta. “Los amenazan diciendo: ‘Ya hemos visto lo que pasa en tu casa, la próxima vez haremos lo que queramos contigo'”.
El miedo de Rehyana y del resto de esteticistas se ve agravado por una economía en caída libre.
“En un mes solíamos atender de 30 a 35 novias, cada una pagando entre 6.000 y 10.000 afganis (84,94 a 139,68 dólares). Les hacíamos el cabello, el maquillaje e incluso atendíamos a sus familias. Ahora, sólo atendemos a entre 6 y 10 novias al mes”, dice a EFE.
“Por mala economía, ahora una mujer piensa: ‘¿Para qué teñirme el cabello por 3.000 afganis, si puedo comprar un saco de harina y algo de aceite para mi casa?'”, explica.
Un sueño frustrado
La desesperación ha frenado los sueños de Rehyana y frustrado sus aspiraciones profesionales.
“Mi mayor sueño era ser ingeniera para servir a mi país, pero la vida se ha vuelto tan dolorosa que ese sueño sigue sin cumplirse”, dice con la voz quebrada.
Rehyana afirma que no sólo carga con la tristeza de haber perdido sus sueños, sino que también lo hace con el envejecimiento de su padre y con la enfermedad de su madre.
La joven cursaba estudios de décimo grado (entre los 15 y los 16 años) en Afganistán cuando su escuela fue cerrada por decreto por las autoridades de facto talibanes que ejercen el poder en este país asiático desde agosto de 2021, imponiendo medidas draconianas, especialmente para la mujeres y las niñas.
Un empeoramiento para las mujeres
“Habíamos avanzado mucho. Las mujeres tenían valor y un rol en todos los aspectos. Pero desde que el gobierno actual tomó el poder, todo ha empeorado y vamos hacia un futuro aún más oscuro”, considera.
Para Rehyana, las afganas lo han perdido todo. “Todas las mujeres educadas están en casa, sin saber qué hacer”, recalca.
“Las mujeres son la mitad de la sociedad. sin mujeres no puede haber paz ni desarrollo. No estamos rebelándonos contra el poder o la religión, sólo pedimos nuestros derechos naturales y legítimso”, dice a EFE.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), al conmemorar el inicio de un nuevo año académico en Afganistán, declaró que el numero de niñas privadas de su derecho a la educación sigue en aumento y asciende a 400.000 en lo que va de 2025, lo que eleva el total a 2,2 millones.
Con información de EFE