Cuando en el año 2000 se editó ‘Lujo ibérico’, debut discográfico de la española Mala Rodríguez del que se cumplen 25 años, ni el hip hop ocupaba el lugar central que tiene hoy en la música ni parecía que una mujer estuviese llamada a ocupar una posición predominante.
«Yo he hecho un camino para ganarme un lugar que no existía. Y ahora ese camino ya existe para que otras personas puedan andarlo con más facilidad», señala a EFE la artista, con motivo del concierto en un festival en Madrid, el 29 de mayo, con el que se reencontrará con aquel álbum.
Contagiada por la diversidad de corrientes musicales que corrían desde las bases militares de su Jerez natal y Rota (Cádiz, sur de España), cuenta María Rodríguez que fue en su barrio de adopción de Sevilla donde aprendió a rapear con su acento y sus historias (‘En mi ciudad hace caló’, cantó en aquel primer álbum).
Con esa impronta y solo 19 años se instaló en Madrid para intentar cumplir su sueño. «A un piso por aquí metido que no veía la luz del sol», recuerda, tanteando a solas un mundo que intentó trampearla, «sin un abogado ni el dinero» para entender los contratos.
«A base de hostias aprendí mucho», dice la artista. «Aprendes que no estás jugando, que estás haciendo algo muy serio en una industria que mueve muchos millones y en la que hay que estar preparado. No es ‘Bailo, canto, grabo una canción y me voy a mi casa’. No, es tu vida y luego va a repercutir cuando tengas 40 años», asevera.
Rodríguez terminó atrayendo la atención de Universal para lanzar ‘Lujo ibérico’, un disco que hablaba desde la crudeza de su momento personal, como se aprecia en ‘Especias y especies’, sobre «relaciones familiares chungas» que tanto le costaba interpretar en sus inicios.
«En muchas canciones creo que no es solo la letra, es la energía, porque yo me estaba sacando muchas cosas y luego me daba hasta vergüenza por ver qué iba a decir mi familia», dice de aquella fase en la que alumbró cortes como ‘La cocinera’ o, por supuesto, ‘Tengo un trato’, la que lo abre con todo su ímpetu callejero.
Uno de los rasgos distintivos era la incorporación de elementos del flamenco, no solo rítmicos sino incluso en su manera de cantar. «Me han influenciado mucho las cantaoras en la colocación de la voz», explica.
También atrajo a una masa nueva de público que nunca se había acercado a la música urbana. «Eso es porque le hablo a la libertad, a querer buscarla», razona Rodríguez, que entonces llegó a vender más de 50.000 copias físicas de ‘Lujo ibérico’, todo un hito para el estilo.
De hecho, según cuenta, de su primer Latin Grammy se enteró en su habitación, porque ni ella lo esperaba ni entonces esta categoría se televisaba. Fue en 2010 cuando recibió el premio a mejor canción urbana por ‘No pidas perdón’ y en 2013 el de mejor álbum urbano por ‘Bruja’.
Pese al éxito, en cada uno de sus álbumes posteriores, hasta ‘Un mundo raro’ (2024), asegura que nunca ha dejado de huir de la repetición. «No me siento completada. Me queda mucho por aprender», dice quien invoca la importancia de exponerse a la vida y al error.
«Si no, ¿qué cuento luego en mis canciones? Hay que vivir y arriesgarse, aprender y que la gente te critique», opina la rapera, que, encomendada a la vida sana desde hace años en su casa en un bosque en Barcelona, revela que su mayor idea del lujo ahora es «tener un súpermegahuerto que flipas y gallinas».
Vía: EFE