Los tratamientos de belleza que necesita la piel a los 20, 30 y 40 años

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Por lo general, cuando cumplimos los 20 años nuestra principal preocupación –en términos de belleza– suele ser la aparición de acné, mientras que a los 30 años suele ser la aparición de los primeros signos del envejecimiento y a los 40 preocupa la falta de firmeza, elasticidad y la ausencia de colágeno en la piel. Sin embargo, estos síntomas se pueden mitigar siempre y cuando sigamos un estilo de vida saludable y sepamos cómo cuidar correctamente la piel a los 20, 30 y 40 años.

¿Qué necesidades tiene la piel en cada fase vital?

La piel a los 20: cómo cuidarla correctamente

Sucede que a los 20 nos dejamos influenciar (en muchas ocasiones) por las tendencias. Dado que la información que tenemos a nuestro alcance es muy variada y accesible, no siempre sabemos que es lo que más le conviene a nuestra piel y tampoco conocemos realmente nuestro tipo de piel, por lo que lo fundamental es dejarse asesorar por un especialista para que nos ayude a crear una rutina de cuidado individualizada que de respuesta a las necesidades de nuestra piel en todo momento. Y, aunque lo más eficaz serían los tratamientos de hidratación tópicos a nivel cosmética médica, hay otras pautas que deberíamos incluir en nuestra rutina para ir familiarizándonos con el cuidado de la piel: la limpieza facial, la hidratación y la protección solar. De esta forma, conseguiremos una piel limpia, hidratada y ayudaremos a prevenir la aparición de pigmentaciones y arrugas o líneas de expresión.

«Muchas veces, a estas edades, se comete el error de entrar en la primera tienda de cosmética en la que, sin previo estudio, empiezan a contarte las bondades de las cremas y se corre el riesgo de acabar con una batería de cremas en el baño que muchas veces no son adecuadas para la piel y pueden incluso dar reacciones cutáneas como picor, eccemas, dermatitis… Por ello, además de hacerse con una rutina y realizar tratamientos para mejorar la piel de los 20, otro detalle más que importante es la prevención. Y para ello, a la rutina, es necesario añadir fotoprotección solar», cuenta la Dra. Mar Mira, codirectora de la Clínica Mira+Cueto. Si además queremos mejorar la textura de la piel y tratar procesos dermatológicos como la rosácea o el acné, podemos probar tratamientos como los ‘peelings’ químicos –que ayudarán a mejorar su aspecto– así como procedimientos como la luz pulsada, que ayudarán a unificar el tono de la piel y conseguir un efecto de luminosidad.

La piel a los 30: cómo cuidarla correctamente

A los 30 años, los signos de envejecimiento empiezan a aparecer, por lo que es imprescindible cuidar la piel y continuar con la prevención. Pero, a los 30 también hay una preocupación que, aunque en ocasiones no sepamos qué le puede estar pasando a la piel, podemos apreciar pequeñas irregularidades cuyo origen desconocemos. «Podemos probar con tratamientos como la mesoterapia con vitaminas y ácido hialurónico con capacidad de hidratación. Este tratamiento aporta a la piel los nutrientes que ha ido perdiendo con el paso del tiempo y con determinados hábitos que influyen en el envejecimiento. Pero también hay otros tratamientos como los ‘peelings’ para producir una renovación epidérmica o los tratamientos preventivos para las arrugas dinámicas que consiguen que las emociones que refleja nuestro rostro se correspondan con las que realmente sentimos», añade la Dra. Mar Mira.

Por su parte, las doctoras Virtudes Ruíz y María Vicente, cirujanas y médicos estéticos añaden que, «aunque mucha gente piense lo contrario, los 30 son una edad ideal para empezar a realizar tratamientos de neuromodulación –toxina botulínica– ya que, además de corregir, se puede prevenir la aparición y marcado de esas arrugas de expresión. La reposición con ácido hialurónico para la ojera y el tercio medio –el pómulo– es un tratamiento natural y muy adecuado en esta edad».

La piel a los 40: cómo cuidarla correctamente

Por último, a partir de los 40 los signos de envejecimiento comienzan a manifestarse de forma más evidente como consecuencia de que hay cambios vinculados con la dinámica de los músculos –sobre todo a nivel del tercio superior– y también se evidencian alteraciones de la pigmentación debido a la exposición solar y a determinados tratamientos en los que se hayan utilizado fármacos fotosensibles. Por lo general, la piel presenta arrugas perioculares –conocidas como patas de gallo– en la zona de las cejas y en la laxitud del párpado, haciendo que nuestra mirada tenga un aspecto más cansado.

«Uno de los primeros signos de envejecimiento son las líneas de expresión, como las arrugas de la frente, el entrecejo o las patas de gallo, que suelen empezar a aparecer sobre los 30 años. Según nos acercamos a los 40, comienzan a percibirse también otros signos más relacionados con la flacidez o el descolgamiento del tejido», cuenta la Dra. Raquel Moreno Pentinel, especialista en Medicina Estética y técnicas de infiltración facial en la Clínica Eres de Madrid. Además, debemos saber que el envejecimiento es un proceso que no solo afecta a la piel en sí misma sino que también afecta al resto de estructuras anatómicas que le dan soporte. Como consecuencia, esto provoca el deslizamiento de la piel hacia delante y hacia abajo, haciendo que la flacidez sea más notoria.

Pero, por otra parte, la piel también sufre su propio deterioro haciéndose visible la pérdida de elastina y de colágeno. «El colágeno está cada día más fragmentado, la flacidez aumenta y es cuando realmente ya se instalan alteraciones en los soportes profundos del rostro. Notamos que hay una reabsorción de puntos de soporte que suelen ser las bolsas grasas en la zona de los pómulos, las mejillas y la mandíbula», cuenta la Dra. Mar Mira. Para ello, podemos utilizar fórmulas ricas en ácido hialurónico, que nos ayudarán a rellenar esa zona, aportar hidratación y también a tener una piel más luminosa.

Con información de Cosmopolitan