Madonna se cae en pleno concierto y las redes reaccionan

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Hay que decir que fue una caída que no tuvo mayores consecuencias para ella, aunque quizá sí para uno de sus bailarines, a tenor de la reacción de la artista. En su último concierto en Seattle, en el estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos, Madonna sufrió un percance durante la actuación y acabó por los suelos.

La Reina del Pop, de 65 años, se encontraba sentada en una silla durante el número de su canción Open Your Heart en el Climate Pledge Arena de la ciudad. Dicha silla, como en el resto de conciertos de su gira Celebration Tour, es en un momento dado arrastrada por uno de sus bailarines a lo largo de una pasarela.

Sin embargo, en esta ocasión, como muestran varios vídeos del momento, la coreografía falló y el bailarín, que debe correr con ella en tacones de punta, se trastabilló y se cayó, lo que por supuesto significó que la también artista cayese de espaldas.

Todavía desde el suelo, la autora de éxitos como Material Girl o Like a virgin se rehizo y siguió cantando mientras sonreía —aunque el público gritase sorprendido y alterado— y reanudó el espectáculo como si nada hubiese pasado.

Aunque el bailarín también pudo continuar, no se disimuló en exceso lo que había ocurrido y ambos se levantaron para continuar con el show. Las redes, sin embargo, ya han opinado sobre lo ocurrido y uno de los comentarios más extendidos es la creencia de que la artista estaba haciendo playback.

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La música no solo no se detiene sino que la voz de Madonna sigue sonando como si nada le hubiese ocurrido, incluido el momento en el que cae. Es por ello que también varios usuarios consideran que fue de los últimos días de trabajo del bailarín con Madonna.

“Alguien va a ser despedido”, se ha leído en los comentarios de los vídeos que han llegado a Twitter. “Este tipo será recordado para siempre nada más que porque tiró a Madonna al suelo”, dijo otro. Aun así, la mayoría de respuestas siguen teniendo como centro de la polémica el hecho de que Madonna solo estuviese moviendo los labios y no cantando realmente en un concierto en el que los precios pueden alcanzar los 1.000 dólares.