Relacionan el párkinson y la demencia con los nanoplásticos presentes en el ambiente

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En torno a un millón de personas en España presenta sufre demencia a día de hoy, y se espera que esa cifra siga creciendo a medida que la población de nuestro país envejezca. Dentro de ese grupo de enfermedades recordemos que, en realidad, ‘demencia’ es un término paraguas que hace referencia a un grupo variado de patologías neurodegenerativas), la enfermedad de Parkinson es la segunda más diagnosticada.

Los causantes de estas condiciones son un interesante enigma científico para el que, hasta ahora, carecemos de una respuesta: la evidencia de la que disponemos parece sugerir que en realidad son muchos los factores que confluyen en su génesis. Ahora, un grupo de investigadores de la escuela de Medicina de la Universidad Duke Estados Unidos) ha ampliado este corpus de literatura científica con un estudio en el que relacionan el párkinson y otras formas de demencia con los nanoplásticos que se filtran en el agua y en el suelo.

Así es como dañan las células de nuestro cerebro

En tiempos recientes, hemos oído hablar abundantemente acerca de los microplásticos, partículas de plástico de entre 0,1 y 100 μm que pueden filtrarse a diversos medios de nuestro ambiente (e incluso al aire que respiramos o a los alimentos que ingerimos) y tener efectos nocivos para nuestra salud. La diferencia con los nanoplásticos es tan sólo el tamaño (los nanoplásticos son, pues partículas de plástico de entre 1 y 100 nm o 0,001 a 0,1 μm), pero se trata de una distinción importante de cara al estudio de ambos fenómenos.

Pues bien, como explica Andrew West, autor principal del trabajo (publicado en la revista académica Science Advances) y profesor del Departamento de Farmacología y Cáncer de la Escuela de Medicina de la Universidad Duke en el portal de noticias sobre medicina Medical News Today, la idea de estudiar el efecto que puede tener la exposición a los nanoplásticos en el desarrollo del párkinson parte de una serie de experimentos que su equipo estaba llevando a cabo con nanopartículas en búsqueda de técnicas de detección de biomarcadores que pudieran emplearse en el diagnóstico de la enfermedad. Por casualidad, detalla, se dieron cuenta de que algunos tipos de estas nanopartículas provocaban la agregación (formación de depósitos) de una proteína llamada alfa-sinucleína, muy relacionada con las enfermedades del cerebro.

En base a esto, decidieron emplear tres modelos (test de prueba, cultivos de neuronas y un modelo de ratón de la enfermedad de párkinson) para exponerlos a nanopartículas de poliestireno (empleado, por ejemplo, en el empaquetado de frutos secos y huevos o en la elaboración de vasos desechables). De este modo, comprobaron que estas nanopartículas provocan cambios moleculares en la proteína alfa-sinucleína que promueven la agregación asociada al párkinson y otras formas de demencia. Y no sólo eso: los plásticos parecían impedir el correcto funcionamiento  de la ‘maquinaria’ celular que, en condiciones normales, se encarga de destruir estos agregados de proteína defectuosa.

Cada vez más evidencias de su toxicidad

Al degradarse en nuestro ambiente, el plástico en primer lugar se transforma en una serie de pequeñas partículas llamadas microplásticos y nanoplásticos que pueden filtrarse incluso a los alimentos que ingerimos, el agua que bebemos o el aire que respiramos. De hecho, un estudio publicado en Exposure and Health en marzo del año pasado halló que, de media, las personas consumimos unos 5 gramos de micro- y nanoplásticos cada semana.

Este fenómeno ha sido objeto de investigaciones científicas en los últimos años que han hallado que ambos tipos de partículas pueden, de diversas maneras, resultar dañinas para nuestra salud. Por ejemplo, se sabe que pueden perjudicar los procesos normales de las células de los pulmones o el hígado, e incluso se han asociado al desarrollo de ciertos tipos de cáncer.

Especialmente ilustrativos resultan, en este sentido, las evidencias que han relacionado la exposición a estas partículas con la aparición de trastornos neuronales (en el caso de un artículo publicado en Particle and Fibre Toxicology en 2020) o con reducciones en el funcionamiento cognitivo (Cell Reports en abril de este año).

Necesitamos medir la contaminación por plásticos

Es por ello que West se suma a las voces que vienen abogando por el desarrollo de tecnologías capaces de monitorizar la polución ocasionada por plásticos a medida que ésta se acumula en el cerebro; de esta manera, será posible estudiar la forma en que diversos niveles de exposición se asocian al riesgo de párkinson y a otros problemas de orden neurológico.

Precisamente, este autor ha indicado su intención de llevar a cabo estudios a más largo plazo con dosificaciones crónicas, atendiendo además al modo en que diferentes tipos de nanoplásticos pueden afectar a diversos procesos moleculares que se han asociado en la literatura científica al riesgo y progreso de las enfermedades neurodegenerativas.

El objetivo, dice, es hacernos una mejor idea de los efectos de la exposición de por vida a diferentes tipos de nanoplásticos. Sólo comprendiendo este fenómeno será desarrollar herramientas para actuar frente a la contaminación por plásticos y para proteger nuestra salud ante una problemática creciente.

Con información de 20minutos

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